Llevo varios días escribiendo nuevas entradas y borrándolas en el último momento, antes de publicarlas. No se muy bien qué me pasa, quizás sí lo se y tengo miedo a reconocerlo, aceptarlo, asimilarlo...
Sin saber muy bien como he encontrado un vídeo que me ha llenado los ojos de lágrimas. Se trata de un padre australiano que lleva varios años corriendo el Ironman. Para los que no lo sepan, el Ironman es la prueba más exigente del Triatlón. Consta de 3.800 m de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de pedestrismo (trote). La carrera tiene un tiempo límite de 17 h, un tiempo promedio de 12 horas y el solo hecho de clasificar es motivo de reverencia (mi amigo Pevo participa este año ¡¡arrodillaros ante él!!!).
La mayor ilusión de este australiano era competir al lado de su hijo dicha prueba, el cual, y por desgracia, nació con parálisis cerebral. Él nunca vio la situación de su hijo como un obstáculo y entrenó muy fuerte junto con su hijo, hasta que llegó la hora.
Acabo de encontrar un vídeo que cuenta la historia de Rick y Dick Hoyt.
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